lunes, 28 de mayo de 2012

Cerrar Ciclos


Cerrar Ciclos

Una tarde iban dos monjes por el camino hacia su monasterio. Los monjes habían jurado y prometido castidad completa y entrega total a la labor que les había sido encomendada.
Estaban conversando alegremente sobre los temas de meditación y reflexión que habían estado estudiando, hablaban de los compromisos que debían cumplir, de las situaciones que habían tenido que enfrentar y de la importancia de la luz que los acompañaba en su camino.

A la distancia divisaron una hermosa mujer que estaba parada a la orilla del río con cierto aire de afán y ansiedad. Vestía una túnica color amarillo que le cubría hasta las rodillas y llegaba hasta la parte superior de su pecho. Llevaba atada una tiara color dorado en su cabeza y era realmente muy hermosa y agraciada.
Al estar cerca a la mujer el monje de mayor edad le pregunta, qué sucede contigo hija? Qué te pasa que tienes esa cara de angustia? A lo que la mujer responde: debo cruzar el río para ir al bautismo de mi hermana, debo pasarlo pero no me puedo mojar porque este atuendo es especial para la ocasión y no quiero mojarlo, además el barquero que siempre está acá hoy por alguna razón no se encuentra y no sé qué hacer. Ante esto el monje mayor le dice: te puedo ayudar para que puedas llegar a tu celebración a tiempo y sin mojar tu atuendo. El río no es profundo y si subes a mi espalda te puedo pasar a la otra orilla sin que te mojes y puedas llegar a tu reunión.

Ante esto el joven monje pensó: no podemos hacerlo porque hemos hecho votos de castidad y de ningún contacto con las mujeres. Esperaba que el monje mayor desistiera por sí solo del ofrecimiento que le había hecho a la mujer. Permaneció silencioso pero ante su sorpresa la mujer tomo su falda, la subió a sus muslos y subió sobre la espalda del monje mayor asiéndolo por el cuello y las manos para sostenerse. El monje empezó a caminar y atravesó el río con la mujer en su espalda. Al llegar a la otra orilla la mujer bajo de la espalda del monje, le sonrió y profundamente agradecida le dio un beso, y siguió rápida su camino a la reunión que la esperaba.
Los monjes siguieron el camino pero el joven monje no se aguantó y le dijo al monje mayor: has fallado, has roto tus votos de castidad, no debíamos meternos con mujeres y has quebrantado la norma, es mentira todo lo que me enseñas, eres falso e hipócrita porque no cumples lo acordado. Subiste a esa mujer a tu espalda, has cometido pecado.

Avanzaron dos kilómetros y el joven monje seguía su reproche: eres mentiroso, quebrantas la ley y te ufanas de no hacerlo. Me has fallado, lo que me enseñas es mentira. El monje mayor permanecía en silencio y faltando un kilómetro para arribar al monasterio el joven monje seguía increpándolo: falso sacerdote, falso profeta, has fallado, has tocado mujer, la has subido a tu espalda, la has cargado.
Finalmente llegaron a la puerta del monasterio y el joven monje vuelve y dice: hablaré con el Abad para contarle de la falta que has cometido.

En ese momento el monje mayor lo mira con inmenso amor y ternura a los ojos y le dice: a aquella mujer que cargue en mi espalda yo la dejé en la otra orilla del río pero tú todavía la traes prendida a tu espalda y a tu ser.
Reflexión: cierra las etapas que hay que cerrar, no te quedes trayendo siempre la misma historia para alborotar la hoguera, lo que pasó quedó atrás y traerlo siempre a colación es permanecer atrapado en ese momento. Fluye por encima y cierra las etapas, no te quedes atrapado en épocas del tiempo donde no tienes porque estar y permanecer.

Recopila: Jairo Hernán Barragán Gómez

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