lunes, 28 de mayo de 2012

El Samurai


El Samurai
Los Samurais son unos guerreros del Japón antiguo que se caracterizaban por su honestidad, su valor y su honorabilidad. Tenían todo el reconocimiento de la población como guerreros infalibles en sus contiendas y como poseedores de una gran sabiduría.

Cierto día un Samurai muy reconocido, decidió visitar a un gran Sabio que vivía cerca del templo donde él habitaba. Pidió la respectiva audiencia con el Sabio y estuvo allí en el monasterio en la fecha y hora que le habían indicado. Para todos era un misterio porque un guerrero Samurai de tan alto prestigio, visitaba a este sabio ermitaño que tan solo conocía el mundo desde sus sesiones de meditación y contemplación.
Al llegar al Monasterio, el Samurai esperó su turno y al ingresar ante el Sabio un escalofrío recorrió su cuerpo y una sensación extraña lo invadió. El Sabio al verlo le pregunto: En qué puedo servirte honorable guerrero? El Samurai le respondió: Quiero saber porque cuando estoy ante ti me siento inferior, siento que algo me falta y tengo una sensación extraña? Ante nadie me siento inferior porque soy un Samurai reconocido pero cuando estoy ante tu presencia me siento pequeño y frágil y quiero saber a qué se debe esta sensación?

El Sabio le respondió: Puedo responder tu pregunta pero al final del día cuando todos los visitantes se hayan ido. Siéntate al lado de ese árbol y espera con paciencia. Así lo hizo el Samurai pero a medida que veía entrar más y más gente a pedir consejo, más pequeño se sentía y más incómodo con esa sensación de inferioridad que le producía el Sabio.
Al terminar el día, el Sabio cerró el salón del Monasterio donde atendía a la gente y se acercó al Samurai y le dijo: acompáñame al jardín. El Samurai lo siguió indeciso e inseguro, nunca antes ni en las más fieras batallas que había emprendido tenía esa sensación. Al llegar al jardín el Sabio le dijo: ves ese árbol pequeño al lado del grande? Nunca se ha preguntado porque el árbol grande está ahí sino que simplemente sabe que es necesario para el equilibrio del bosque. Ves ese grillo que canta al lado de ese pájaro? Tú crees que al pájaro le interesa sentir que es más que el grillo o viceversa? Ninguno de los dos siquiera considera esa situación. Ves esa gran montaña al lado de esa pequeña loma que cubre el camino? Tú crees que la pequeña loma se pregunta si es mejor o más grande que la montaña? No, porque sabe que ambas son necesarias y están dentro del equilibrio divino. Pero porqué ninguna criatura se siente inferior a la otra, siendo alguna más grande y otra más pequeña? Porque no se comparan. Porque en el comparar está el problema, cuando te comparas conmigo tu ego siente que existe algo superior en mí que tú no has podido tener todavía. No es bueno ni malo, solamente de la comparación viene el que te sientas inferior. No compares, no te compares, porque dentro de la vida el árbol, grande y el pequeño, la montaña y la loma, el grillo y el pájaro, tú y yo, somos parte de ese equilibrio perfecto que Dios ha establecido en su infinita sabiduría y cada uno aporta lo que le corresponde.

Cuando te comparas si te sientes superior a alguien lo ayudas, eres bondadoso porque tu ego se siente superior y dice: pobre persona, le faltan tantas cosas que yo tengo, debo ayudarlo. Y lo ayudas para gloria de tu ego.
Pero cuando encuentras a alguien que percibes como superior a ti, te entra el afán de comparar, de criticar, de juzgarlo, para que tu ego se crea el cuento que no es mejor que tú sino que tiene defectos que tú has logrado superar. Pero cuando no encuentras que criticar o qué juzgar, tu ego se desmorona y te sientes infeliz. No comparar es la clave de la felicidad.

Ve por el mundo ayudando al necesitado, escuchando al que lo necesita pero hazlo desde tu corazón y no para que tu ego se vanaglorie de ser mejor. En todo lo que hagas, actúa con humildad y servicio y no compares, porque al comparar alimentas el ego porque siempre encontrarás alguien mejor o peor que tú, desde tu punto de vista.

No compares para que puedas vivir feliz. Simplemente sé y permanece presente.

Recopila: Jairo Hernán Barragán Gómez

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