El
Samurai
Los
Samurais son unos guerreros del Japón antiguo que se caracterizaban por su
honestidad, su valor y su honorabilidad. Tenían todo el reconocimiento de la
población como guerreros infalibles en sus contiendas y como poseedores de una
gran sabiduría.
Cierto
día un Samurai muy reconocido, decidió visitar a un gran Sabio que vivía cerca
del templo donde él habitaba. Pidió la respectiva audiencia con el Sabio y
estuvo allí en el monasterio en la fecha y hora que le habían indicado. Para
todos era un misterio porque un guerrero Samurai de tan alto prestigio,
visitaba a este sabio ermitaño que tan solo conocía el mundo desde sus sesiones
de meditación y contemplación.
Al
llegar al Monasterio, el Samurai esperó su turno y al ingresar ante el Sabio un
escalofrío recorrió su cuerpo y una sensación extraña lo invadió. El Sabio al
verlo le pregunto: En qué puedo servirte honorable guerrero? El Samurai le
respondió: Quiero saber porque cuando estoy ante ti me siento inferior, siento
que algo me falta y tengo una sensación extraña? Ante nadie me siento inferior
porque soy un Samurai reconocido pero cuando estoy ante tu presencia me siento
pequeño y frágil y quiero saber a qué se debe esta sensación?
El
Sabio le respondió: Puedo responder tu pregunta pero al final del día cuando
todos los visitantes se hayan ido. Siéntate al lado de ese árbol y espera con
paciencia. Así lo hizo el Samurai pero a medida que veía entrar más y más gente
a pedir consejo, más pequeño se sentía y más incómodo con esa sensación de
inferioridad que le producía el Sabio.
Al
terminar el día, el Sabio cerró el salón del Monasterio donde atendía a la
gente y se acercó al Samurai y le dijo: acompáñame al jardín. El Samurai lo
siguió indeciso e inseguro, nunca antes ni en las más fieras batallas que había
emprendido tenía esa sensación. Al llegar al jardín el Sabio le dijo: ves ese
árbol pequeño al lado del grande? Nunca se ha preguntado porque el árbol grande
está ahí sino que simplemente sabe que es necesario para el equilibrio del
bosque. Ves ese grillo que canta al lado de ese pájaro? Tú crees que al pájaro
le interesa sentir que es más que el grillo o viceversa? Ninguno de los dos
siquiera considera esa situación. Ves esa gran montaña al lado de esa pequeña
loma que cubre el camino? Tú crees que la pequeña loma se pregunta si es mejor
o más grande que la montaña? No, porque sabe que ambas son necesarias y están
dentro del equilibrio divino. Pero porqué ninguna criatura se siente inferior a
la otra, siendo alguna más grande y otra más pequeña? Porque no se comparan.
Porque en el comparar está el problema, cuando te comparas conmigo tu ego
siente que existe algo superior en mí que tú no has podido tener todavía. No es
bueno ni malo, solamente de la comparación viene el que te sientas inferior. No
compares, no te compares, porque dentro de la vida el árbol, grande y el
pequeño, la montaña y la loma, el grillo y el pájaro, tú y yo, somos parte de
ese equilibrio perfecto que Dios ha establecido en su infinita sabiduría y cada
uno aporta lo que le corresponde.
Cuando
te comparas si te sientes superior a alguien lo ayudas, eres bondadoso porque
tu ego se siente superior y dice: pobre persona, le faltan tantas cosas que yo
tengo, debo ayudarlo. Y lo ayudas para gloria de tu ego.
Pero
cuando encuentras a alguien que percibes como superior a ti, te entra el afán
de comparar, de criticar, de juzgarlo, para que tu ego se crea el cuento que no
es mejor que tú sino que tiene defectos que tú has logrado superar. Pero cuando
no encuentras que criticar o qué juzgar, tu ego se desmorona y te sientes
infeliz. No comparar es la clave de la felicidad.
Ve
por el mundo ayudando al necesitado, escuchando al que lo necesita pero hazlo
desde tu corazón y no para que tu ego se vanaglorie de ser mejor. En todo lo
que hagas, actúa con humildad y servicio y no compares, porque al comparar
alimentas el ego porque siempre encontrarás alguien mejor o peor que tú, desde
tu punto de vista.
No
compares para que puedas vivir feliz. Simplemente sé y permanece presente.
Recopila:
Jairo Hernán Barragán Gómez
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